A fines de 2001 Afganistán fue invadido por las fuerzas de
La anarquía, la falta de justicia en las provincias más pobres, en donde generalmente líderes tribales despiadados gobernaban con prácticas feudales, y el peso que tiene la religión en estas provincias, dieron el marco adecuado para que este grupo fanático, pero que prometía acabar con todo esto, triunfara.
Así, en 1994 los Talibanes capturaron la capital provincial de Kandahar, y en tres meses más tomaron 12 de las 34 provincias afganas. Y en 1996 tomaron la capital, Kabul. Sin embargo, el efecto dominó que provocó la caída de provincias y localidades bajo el poder talibán se detuvo cuando una coalición de jefes tribales del norte del país les hizo frente. Este frente, llamado Alianza del Norte estaba compuesto por diferentes facciones de diferente origen étnico (todas musulmanas) marginados por los talibanes, los cuales pertenecían a la mayoría étnica “pashtun”.
La guerra fue sangrienta y los talibanes se mantuvieron firmes y lograron asesinar a Massoud en un ataque suicida dos días antes del ataque a las torres gemelas. Este ya había intentado alertar al mundo de la amenaza de los talibanes y en especial de uno de sus líderes, Osama Bin Laden, en diferentes foros internacionales sin que le prestaran mucha atención. Pero
Hoy, luego de siete años de presencia de las fuerzas de la coalición en Afganistán, los talibanes aún no han sido derrotados. Desde sus bases en las montañas del sur-oeste y la frontera con Pakistán amenazan con incursiones esporádicas y atentados al nuevo gobierno afgano. Y de a poco crece su influencia mas allá de su original dominio en el sur. Los mismos males que los catapultaron al poder en 1996 han regresado (en menor medida, sin embargo, puesto que en esa época acababan de salir de una invasión extranjera y una guerra civil) y la geografía afgana, tan accidentada, es territorio ideal para la lucha irregular y la emboscada, lo que dificulta (al igual que imposibilitó a los soviéticos en los ochenta) a las fuerzas de la coalición su definitiva erradicación. Recientemente, diferentes acontecimientos retratan esta realidad. El pasado 14 de junio un asalto a una cárcel de Kandahar con bombas y misiles liberó a 1150 presos, de los cuales se cree que 400 eran guerrilleros talibanes.
Dos días después, el 17 de junio, una columna de aproximadamente 500 soldados talibanes asaltó diez pueblos que rodean a la ciudad de Kandahar por el norte, en una zona densamente accidentada. Esta columna anunció que marcharía hacia la capital provincial, sin embargo, ante la rápida respuesta de las fuerzas de la coalición y del ejército afgano las fuerzas guerrilleras fueron desplazadas de todos los pueblos tomados.
La toma de pueblos no tenía ningún fin táctico, sino más bien un fin demostrativo, mediático. Fue una manera de decir presente, una nueva demostración de fuerza, otra más de las muchas que se vienen sucediendo desde hace un año. Esto no quiere decir que las fuerzas de la coalición vayan a ser desplazadas en un futuro próximo por un imparable frente talibán surgido de la nada, pero en un país tan convulsionado e inestable, significa que todavía las mismas facciones que se vienen peleando hace casi 30 años continúan presentes y no cejarán en su intento de controlar Afganistán.
En la foto: Un soldado de el Ejército Nacional Afgano hace guardia en una de las villas del territorio al Norte de Kandahar, donde irrumpieron los talibanes.
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