El Líbano estos últimos 18 meses ha sido la encrucijada de una lucha de poderes que ya hace tiempo se da en las venas de Medio Oriente. En estas últimas semanas la ciudad de Beirut fue el escenario de las luchas políticas que reflejan este enfrentamiento, entre dos frentes bien diferenciables: el de Israel y EEUU, por un lado, y el de Siria e Irán, por el otro. Dentro del Líbano (así como en otros puntos en la región) ambos grupos mueven sus piezas intentando aumentar su influencia y evitando que las fuerzas del otro avancen políticamente.
Desde que estalló la violencia en Beirut, hace dos semanas entre el gobierno pro-occidental y el grupo chiíta Hizbollah (apoyado por Irán y Siria), 65 personas murieron en lo que fueron los enfrentamientos mas fuertes desde la guerra civil que asoló al país entre 1975 y 1990. El conflicto se disparó cuando el gobierno intentó deponer al jefe de seguridad del aeropuerto (pro-sirio), acusándolo de espionaje, y de obligar a la organización a desmantelar su red de comunicaciones privada.
La oposición (representada por esta organización y otros grupos) se declaró en rebeldía y sitió a la ciudad y al gobierno. Y las escaramuzas se multiplicaron hasta que el Ejército (el único actor neutral en la crónica) decidió intervenir y terminar con estas.
Días después, y en un gesto digno de ser destacado, ambas partes decidieron terminar con los 18 meses de turbulencia y tensión política en aumento y se reunieron en Doha, capital del Emirato de Qatar, donde llegaron a un acuerdo. Acuerdo que ha traído esperanza y calma al país, a pesar de que los especialistas dicen que ha beneficiado y dejado mejor parado a Hizbollah.
El Acuerdo
Básicamente, el acuerdo dispone la formación de un nuevo gobierno de unidad nacional en donde se reconoce la influencia política de Hizbollah entregándole 11 asientos en el gabinete, lo que le otorga poder de veto a las decisiones gubernamentales. Otros 16 asientos fueron al gobierno pro-occidental y los últimos tres al nuevo presidente. En Doha, también, se decidió que este cargo sería ocupado por el jefe del Ejército libanés, General Michel Suleiman.
Además, todo uso de armas en conflictos internos fue prohibido y se decidió que todo campamento de la oposición en la ciudad de Beirut seria levantado. Por últimno, se modifico la ley electoral haciendo más pequeños los distritos electorales, lo que indirectamente ayudaría a Hizbollah, según analistas.
El nuevo acuerdo, vemos, presenta a un Hizbollah mucho mejor parado y con mayor influencia que el gobierno pro-occidental y refleja una caída en la influencia de EEUU en la región (que tuvo su punto álgido cuando la invasión a Irak) y el crecimiento de los otros poderes regionales. Más allá de la esperanza en que se mantenga un periodo de estabilidad hasta las elecciones de mayo.
En diez años como cabeza del Ejército libanés, el General Michel Suleiman, logró mantenerse neutral ante cualquier conflicto político, lo que ha entregado un prestigio a la institución que le permite, hoy en día, ser la que le garantice una salida pacifica al conflicto.
Hoy, 25 de mayo, este fue elegido presidente tras ser votado en el parlamento por 118 de los 127 miembros. En su discurso inaugural, llamó a los libaneses a trabajar por una sólida unión.
Las calles de Beirut vivieron una jornada de celebración y esperanza pues tanto el acuerdo como la figura de Suleiman son bien vistos por vastos sectores de la población.
Sin embargo, muchos son los obstáculos que pueden afectar este acuerdo y todavía no queda claro si esto será una “tregua” más que algo definitivo, puesto que todavía quedan por discutir importantes temas que enfrentan a ambos bloques, como la investigación de la muerte del ex-primer ministro Rafik Hariri, en 2005, las relaciones con la vecina Siria, la tenencia de armas de Hizbollah y una economía en crisis tras meses de tensiones políticas.
En la foto: Las celebraciones en el Líbano se multiplicaron tras los últimos sucesos y la elección del General Suleiman como nuevo presidente. Parece haber buena carne en Oriente también...
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